(Cuento de fin de semana)
Se preguntó cómo sería encontrarse a si mismo en el futuro, veinte años después. Quizás le daría vergüenza verse en peores condiciones que ahora, o quizás se sentiría orgulloso al descubrir a un hombre de éxito, a un escritor dando autógrafos. Lo peor, pensó, sería encontrarse cara a cara consigo mismo, sin cambio alguno, ni para bien o para mal, estático, igual de soñador. Eso estaba pensando mientras tomaba café en el quiosco del parque. La vida a veces suelta dilemas que nadie puede solucionar.
En la noche, después de un día igual a los otros, sin nada que hacer, y con la historia por escribir pero que aún no ha escrito porque los pretextos fueron más fuertes, se fue a dormir...
Soñó que un profesor inventó una máquina del tiempo, y que por alguna razón desconocida lo invitó a probarla. El profesor le preguntó que si quería ir al pasado o futuro y contestó que al futuro, dentro de veinte años, sin pausa. Lo metió a la máquina y sin avisar bajó una manivela. Llegó a la fecha programada... no encontró a nadie. Él no estaba ahí, ni más viejo, ni exitoso ni perdedor, ni feo, ni bueno, ni solitario, ni nada… simplemente que no existía.
Comprendió la razón y quiso despertarse de inmediato, escapar del sueño, PERO LOS OJOS NO SE ABRIERON MÁS...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me ha impactado!!!
ResponderEliminarCon el ánimo que tengo tan alto...loque me faltaba.
.... inquietante.
ResponderEliminar